Pasa que algún día también estuve rota y me hubiese encantado que alguien me dijera que se podía vivir sin estarlo, es como si no supieras existir de una manera distinta a estar vacía y a depender de otros para ser feliz. Ninguna de estas resoluciones hacía parte de mi vida en absoluto.
Poco a poco, Dios empezó a tomar los pedazos que había de mí, y en lugar de coserlos, me dio alas nuevas. Hoy miro atrás y entiendo que Él estaba usando lo peor que pudo pasarme, en una historia que hoy sana las heridas de muchas mujeres alrededor de mí.
Mi deseo es que todas las mujeres que he conocido y que estoy próxima a conocer, puedan extender sus alas a un nuevo camino para ellas, a nuevas promesas que no romperán por nada ni por nadie, y a una vida en la que, después de haber muerto mil veces, puedan volver a nacer.
Solo Cristo es el camino, la verdad y la vida, de manera que hay esperanza para nosotras. ¡La nueva vida apenas empieza!